martes, 31 de julio de 2012


La importancia de la música


La importancia de la música
La música es una expresión indudable de fe y, por si fuera poco, es la única de las bellas artes que la Biblia menciona en sus escritos. Sin embargo, hay que tener cuidado, pues existe otro tipo de manifestación que colinda con lo oscuro.
El primer elemento sobre el significado y valor de la música en el cristianismo está en las propias páginas de la Biblia. El hecho de que exista un libro denominado Salmos da una idea más exacta de la importancia musical en la alabanza a Dios. Son innumerables los pasajes de la Biblia en la que se menciona a la música como manifestación de fe y adoración al Señor.

La música existió desde épocas inmemoriales, el Antiguo Testamento lo menciona en varias partes y existen indicios que prueban que los hombres y mujeres de la antigüedad

elaboraban melodías. La música fue hecha con un propósito sagrado, para elevar los pensa­mientos hacia lo puro, noble y elevador, para despertar en el alma la devoción y la gratitud hacia Dios.

El famoso compositor Juan Sebatian Bach decía que “la razón principal y final de toda música debería ser la gloria de Dios y refrigerio para el espíritu”. “Me alegraré y regocijaré en ti, cantaré a tu nombre, oh Altísimo”. Salmo 9:2.

Durante sus prédicas, el Rvdo. Luis M. Or­tiz dio mucha importancia a la música en los cultos y a la alabanza a Dios. Sin embargo, no dejó de lado la influencia maligna de otro tipo de expresiones musicales y los denunció en reiteradas oportunidades (ver nota en esta edición).

¿POR QUÉ LA MÚSICA EMOCIONA?

La música estimula directamente el tálamo.Éste controla las secreciones de la glándula tiroidea, la corteza adrenal y las glándulas sexuales. De ese modo influencia la velocidad del metabolis­mo como la producción de hormonas sexuales. El hipotálamo tiene un marcado efecto en la emisión de respuestas autónomas producto del temor, la ira y otras emociones.

La música se registra en la parte del cerebro que normalmente es estimulada por las emo­ciones, pasando por alto los centros cerebrales que tienen que ver con la inteligencia y la razón. Ira Altschuler, una de los investigadores, expli­ca que “la música no depende del cerebro cen­tral (centro de la razón) para obtener su ingreso al organismo, puede hacerlo por vía del tálamo -la estación alterna de todas las emociones-sen­saciones y sentimientos”. Esto significa que “la música ataca directamente el sistema nervio­so”, pasando por alto al cerebro. El sentido de la audición, más que los otros sentidos, hace el mayor impacto en el sistema nervioso.

Los nervios del oído están más ampliamen­te distribuidos y tienen más extensas conexio­nes que aquellas de cualquier otro nervio del cuerpo. Debido a esta extensa red de trabajo, escasamente existe una función del cuerpo que no sea afectada por las pulsaciones y combina­ciones armónicas de los tonos musicales.

DROGAS Y ROCK

Para muchos, el gran instigador de la leyenda negra del “rock” y las drogas es nada más y nada menos que Bob Dylan. El cantautor de Du­luth introdujo en 1964 a los todavía timoratos Beatles en los secretos de la marihuana. A Dylan le había iniciado el guitarrista Mike Bloomfield hallado muerto en su coche a causa de una sobredosis de heroína pocos años más tarde. Hasta entonces, los Beatles apenas habían ex­perimentado con las anfetaminas para soportar su alocado ritmo de vida. Con la “revelación” de Dylan, John Lennon y Paul McCartney ini­ciaron una fuerte relación con todas las drogas químicas conocidas. De su contacto con el LSD nacieron composiciones como “Helter skelter” o “Lucy in the sky with diamonds”, para muchos un elogio críptico a ese alucinógeno.

La influencia y repercusión del fenómeno Beatle hizo mella en otros artistas de la déca­da de los sesenta. Se trataba de romper con las barreras sociales y la juventud, imitando a sus ídolos. En 1967, Mick Jagger y Keith Richards fueron detenidos por primera vez por posesión de cocaína. Ese mismo año, Brian Epstein, “ma­nager” de los Beatles, murió por la ingestión de una sobredosis de barbitúricos.

Hay innumerables muestras de la influencia maligna que ejerceel rock and roll, el pop y el heavy metal, en los hombres y mujeres de todas las edades.

Las drogas están directamente relacionadas con la música rock; se sabe que el 90 % de los cantantes y miembros de los conjuntos de música rock son drogadictos, bisexuales o promiscuos sexuales. Las drogas, y la cocaí­na en particular, degeneran el comportamien­to síquico; conlleva a tendencias homicidas y suicidas. Es normal la alta cantidad de suicidios entre los cantantes de música rock.

Se conoce el caso de Michael Hutchence, lí­der de la banda australiana INXS, uno de sus más grandes éxitos era su canción favorita “Suicide Blonde”. Se ahorcó con un cinturón de cuero en el 5° piso del Hotel Ritz Carlton en Sydney, Australia.

Freddy Mercury murió de SIDA. Ian Curtis líder de la banda inglesa Joy Division, al igual que Hutchence, se ahorcó colgándose en la ducha.

Kurt Cobain, fundador de Grunge y líder de Nirvana, se mató de un tiro en la cabeza el 8 de abril de 1994. Es conocida la letra de su último disco, “Me odio y me quiero morir”.

La cantante y compositora Amy Winehouse, conocida por sus mezclas de diversos géne­ros musicales, incluidos entre ellos el soul, jazz, rock and roll y ska, fue encontrado sin vida en su apartamento en Camden, Londres por la policía londinense en el 2011.

Demasiados muertos y el rock aún no ha cumplido un siglo de existencia. Los mismos miembros de los grupos de rock enloquecen y se suicidan con su música y con la droga. El suicidio o la sobredosis persiguen a todos. El ritmo continuo del rock, sus estímulos sonoros, estimulan el consumo de marihua­na, pasta básica o cocaína y con ello viene la depresión l

La gran hecatombe sucedió a finales de “la década prodigiosa”. El 3 de julio de 1969, murió en Londres Brian Jones, guitarra de los “Rolling Stones”. Fue encontrado muerto en la piscina de su casa. La versión oficial habla de un acci­dente. La oficiosa y la más real, de los efectos de una sobredosis que le hizo perder el conoci­miento mientras nadaba.

El 18 de setiembre de 1970, Jimi Hendrix, para muchos el mejor guitarrista de “rock” de todos los tiempos, falleció camino del hospital ahogado en su propio vómito a consecuencia de la mezcla de barbitúricos ingeridos. Menos de un mes después, la cantante Janis Joplin, musa de la revolución “hippy”, fue encontra­da muerta el 8 de octubre en su habitación de un hotel de Hollywood. Sobredosis de heroína. Un año más tarde era Jim Morrison, líder de los “Doors”, quién fallecía en Paris después de que se cuerpo cediese ante los excesos en el consu­mo de estupefacientes y alcohol.

Después de este rosario de fallecimientos, canciones como “Sexo, drogas y rock and roll”, de Ian Dury, parecían superfluas. Durante los setenta, las estrellas del “rock” parecieron to­márselo más calma. Sin embargo, el 16 de agos­to de 1977, un verdadero escalofrío recorrió el cuerpo de todos los amantes del rock. Elvis Presley falleció en su mansión de Graceland, en Memphis, a consecuencia de una intoxicación de barbitúricos. Las drogas se habían llevado hasta al mismísimo “Rey”.

¿Se puede ser estrella del “rock” sin caer en la trampa de las drogas? Las opiniones son para todos los gustos. Keith Richards, miem­bro fundador, guitarrista y líder junto a Mick Jagger, de los “Rolling Stones”, es rotundo: “En el mundo musical, las drogas se usan por varias razones, independientemente de si eres una figura o un principiante. Nadie que no esté en este mundillo sabe lo que es una gira mundial. Es un infierno del que sólo te puedes evadir de esta forma. Yo reconozco públicamente que he tomado drogas, que he sido adicto a la heroína. Llegué a ir con una pistola por lo peor de Nue­va York buscando un gramo de brown sugar. Por suerte para mí, lo superé. Pero la droga no es ninguna broma”.

El flirteo con las drogas no es patrimonio de grupos “punk” o de “revolucionarios”. En el mundo del “rock” es moneda de uso corriente. Todo vale en el “show business” donde el di­nero manda y no se puede fallar. Las giras son agotadoras y debes estar fresco y radiante en cada concierto, pero difícilmente se puede ser un Supermán.

Las drogas, sean alcohol, barbitúricos, anfetaminas, alucinógenos, heroína, cocaí­na, marihuana o la combinación de varias de ellas, no distinguen entre músicos “buenos” como Prince y, ahora, Joe Cocker, y “malos”, como lo fue Sid Vicious, miembro de los “Sex Pistols”. El mismo Paul McCartney, arqueti­po de “rockero” bueno, nombrado “Sir” por la Reina Isable II y ejemplar padre de familia, fue arrestado en 1977 en Tokio por posesión de cocaína.

MÚSICA Y SATANISMO

La música llega a ser uno de los instrumentos que con más éxito usa Satanás para seducir la mente y apartarla del deber y de la contempla­ción de las cosas eternas. No hace demasiado tiempo ciertos investigadores descubrieron mensajes satánicos subliminalmente introduci­dos, tal vez inconscientemente, en algunos te­mas de grupos como Led Zeppelin o la popular Elo.

La teoría del mensaje satánico-subliminal, quedaría registrado en nuestro inconsciente cuando escuchamos la canción y, posteriormen­te, será el cerebro que lo decodifique, influen­ciando a través de esta nueva información. Como resultado de todo ello, se crean en el receptor estados de ansiedad y agresividad, o pesadillas. El consumo continuado de este tipo de música podría acarrear consecuencias imprevisibles, de­pendiendo naturalmente de la personalidad o la receptividad del oyente

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