martes, 31 de julio de 2012


John Harper, el pastor que murió evangelizando en el Titanic hasta el último minuto


Cuando Harper oyó a un hombre rechazar su llamado a aceptar a Jesús, este le dio el chaleco salvavidas que llevaba y dijo: "Esto lo necesita más que yo". Hasta el último momento que estuvo a bordo del barco, Harper, instó a la gente a entregar sus vidas a Jesús.
John Harper, el pastor que murió evangelizando en el Titanic hasta el último minuto
Inglaterra. El hundimiento del Titanic cumplió 100 años la semana pasada. Entre los muchos honores, una iglesia escocesa honró a uno de sus pastores llamado John Harper.

El 14 de abril 1912, la revista comercial The Shipbuilder, describió al Titanic como el “prácticamente indestructible”, se había hundido con la famosa declaración formulada el 31 de mayo de 1911, cuando un empleado de la Compañía de Construcción Naval de la White Star, dijo: “Ni Dios puede hundir este barco”.

El predicador escocés John Harper y su hija Nana, de seis años, se encontraban a bordo del barco que tras hundirse murieron mil quinientas personas. Cuatro años antes, la esposa de Harper había fallecido dejándole una niña llamada Nana que tenía seis años.

El motivo de su viaje en el Titanic, era predicar en una de las iglesias más grandes de los Estados Unidos de la época, la Iglesia Moody en Chicago. La iglesia estaba esperando su llegada, no sólo porque iba a predicar una serie de mensajes, inclusive oficialmente estaba aceptado a que se convirtiera en un pastor en Estados Unidos.

Harper, era conocido como un orador interesante y había pastoreado dos iglesias en el Reino Unido, Glasgow y Londres. Su estilo de predicación era apropiado para un evangelista como lo atestiguan las palabras de un pastor amigo. “Era un predicador del aire, utilizado para hablar a grandes audiencias… Él tenía una gran comprensión de las verdades bíblicas que le permiten hacerle frente con éxito a todos los ataques en contra de la fe”.

Cuando el Titanic golpeó el iceberg, Harper, como una medida de precaución, puso a la niña en uno de los botes salvavidas, dejándola al cuidado de un primo mayor que también los acompañaba en el viaje (esa medida de precaución le salvó la vida a Nana Harper, que murió en 1986 a la edad de 80 años).

El predicador podría haberse sumado a su hija, pero optó por dar a las personas otra oportunidad de conocer a Cristo. Hay registros de que Harper, le habló a cada persona que estaba en pánico y les expresó acerca de la necesidad de aceptar a Cristo.

Cuando el agua empezó a hundir el barco, Harper empezó a gritar: “Que las mujeres, los niños y los no creyentes suban primero a los botes salvavidas”. Cuando Harper oyó a un hombre rechazar su llamado a aceptar a Jesús, este le dio el chaleco salvavidas que llevaba y dijo: “Esto lo necesita más que yo”. Hasta el último momento que estuvo a bordo del barco, Harper, instó a la gente a entregar sus vidas a Jesús.

Cuatro años después que se hundió el Titanic, durante una reunión, un sobreviviente del Titanic, contó su primer contacto con Harper en medio de las aguas heladas del Atlántico. Él declaró que él se aferraba a un pedazo de madera, cuando Harper nadó hacia él y le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”, pero el hombre rechazó la oferta en un primer momento.

Sin embargo, al oír nuevamente: “Cree en el Señor Jesucristo”, y sabiendo que estaba solo, a la deriva, y con dos millas de agua bajo sus pies, aceptó creer en Jesús. Poco después, el sobreviviente vio a Harper que sucumbió ante el frío y se hundió, dijo el hombre ante en la reunión de los sobrevivientes diciendo simplemente: “Yo soy el último convertido de John Harper”.

Nana, hija de Harper, fue rescatada y enviada de vuelta a Escocia, donde creció, se casó con un pastor, y dedicó su vida al Señor.

John Harper, nació en un hogar de padres cristianos el 29 de mayo de 1872. Fue en el último domingo de marzo de 1886, cuando tenía trece años de edad que recibió a Jesús como el Señor de su vida. Comenzó a predicar unos cuatro años más tarde, a la edad de 17 años de edad para bajar a las calles de su pueblo y predicarles a los hombres a que reconciliaran con Dios.

Escuelas de Dios

Miles de Escuelas Dominicales del Movimiento Misionero Mundial en el planeta, imparten cada domingo la Palabra de Dios. Una sólida estructura educacional y espiritual capaz de atraer con amor a todas las almas hacia Jesucristo.
Escuelas de Dios
María apenas tiene cuatro años de vida pero ya sabe quién es Dios. Sus mejores amigas, Raquel y Sara, también conocen al Señor a despecho de que aún son unas pequeñas infantes que están descubriendo paso a paso el universo que los rodea. Viven en Medellín, la tercera ciudad más poblada de Colombia y forman parte de una de las miles de Escuelas Dominicales que posee el Movimiento Misionero Mundial en el planeta. María, Raquel y Sara están creciendo lejos de la malicia y perversidad del mundo profano y muy cerca de Cristo. Rodeadas de espiritualidad y sin relación con lo carnal, ellas cada domingo edifican su futuro en las vías del cristianismo. 

Cientos de millones de niños, como María, Raquel y Sara, se han beneficiado desde 1780 con el trabajo desplegado de Escuelas Bíblicas Dominicales, iniciado por el inglés Robert Raikes, a favor de la difusión de las temáticas más importantes de las Sagradas Escrituras. Empero, en los cuarenta y nueve años más recientes, la Obra del Movimiento Misionero Mundial (MMM) es la que ha desplegado todo el esfuerzo necesario para convertir a las Escuelas Dominicales en un gran y maravilloso imán de fe. Una sólida estructura educacional y espiritual, tejida alrededor del planeta, capaz de atraer con amor a las almas más tiernas y puras hacia Jesucristo.

Con presencia en los cinco continentes, las Escuelas Dominicales del MMM son el taller ideal donde se moldea a los futuros seguidores de Señor. Precisamente, la Escuela a la que asisten María, Raquel y Sara, ubicada a cuatrocientos kilómetros de Bogotá, condensa una gran porción de las bondades de la enseñanza bíblica impartida por la Obra. Encabezado por el reverendo Gustavo Martínez, Presidente Internacional de la Obra, y dirigido por la hermana Amparo Arredondo, este centro de instrucción evangélico dispone de un plan de estudios moderno que otorga preferencia al uso de recursos tecnológicos en la familiarización con el Creador.

En las Escuelas Dominicales de la Obra se dedica un tiempo exclusivo para la creatividad, la música y el arte en general. Existe en todas un espacio consagrado a alabar y glorificar al Señor a través de diversas expresiones artísticas. En consecuencia, y como un efecto natural de la educación bíblica, los niños y niñas y adolescentes que acuden a la casa de Dios reciben clases de teatro y son adiestrados en el manejo de diversos instrumentos musicales.

El sistema y métodos empleados por el Movimiento Misionero Mundial dentro de sus Escuelas Dominicales para enseñar la Palabra, se rige bajo el mismo criterio y se sustenta en las doctrinas fundamentales de la Sagrada Escritura. Así, por ejemplo, en la Escuela Bíblica Dominical de la zona de Canta Gallo, ubicada en el municipio puertorriqueño de Guaynabo, al igual que las del resto del mundo, la estructura de los contenidos de las clases busca educar a los menores entre los tres y dieciséis años de edad con sólidos valores y principios cristianos. La idea, según su representante, el reverendo Rubén Concepción, es convertir a la Escuela en la "espina dorsal de la Iglesia".

Los alumnos que asisten a las Escuelas Dominicales de la Obra, alrededor de la tierra, reciben una instrucción bíblica de altísima calidad con la que la mayoría de los mortales terrenales ni siquiera puede soñar. Carlos Medina, Supervisor Nacional del MMM de España y director de las Escuelas de la Obra en la Península Ibérica, indica que la organización evangélica más importante de habla hispana en Europa prioriza que los profesores y maestros a cargo de las Escuelas se capaciten de forma constante y permanente. Ese impulso fortifica las temáticas abordadas en las clases impartidas semanalmente a nivel mundial y le otorga una gran dosis de excelencia al grupo humano formado en la fe evangélica.

EXPRESIONES ARTÍSTICAS

En las Escuelas Dominicales de la Obra se dedica un tiempo exclusivo para la creatividad, la música y el arte en general. Existe en todas un espacio consagrado a alabar y glorificar al Señor a través de diversas expresiones artísticas. En consecuencia, y como un efecto natural de la educación bíblica, los niños y niñas y adolescentes que acuden a la casa de Dios reciben clases de teatro y son adiestrados en el manejo de diversos instrumentos musicales. En relación a este punto, y para demostrar su importancia en el acercamiento a las cosas del Señor, la Escuela de la Iglesia de Oppama, localidad japonesa, incluso recurre al idioma y las costumbres locales bajo la supervisión del reverendo Enrique Ogusuku y su familia.

La implicación y compromiso del Movimiento Misionero Mundial para hacer de sus Escuelas Dominicales un milagro allí donde Dios es solo una idea difusa no admite dudas. Por ejemplo, en Guinea Ecuatorial, país donde dos terceras partes de su población vive en extrema pobreza, según el Center for Economical and Social Rights, nada ha evitado que sean una luz de esperanza para miles de infantes ecuatoguineanos en medio del oscurantismo reinante en África. Bastará detallar que en medio de diversas carestías, pero con la fe abundante, el reverendo Edelmiro Ivina mantiene en pie la Escuela de la Iglesia de Malabo y domingo a domingo educa con los Evangelios a la niñez del continente más pobre del planeta.

Todos los que asisten a las Escuelas Dominicales de los cinco continentes, experimentan desde su primer contacto con la instrucción bíblica una comunicación única y especial con el Creador. Justamente, en Génova, al norte de Italia, la escuela local organiza periódicamente vigilias y retiros espirituales, en los que se robustece la esperanza de la gente joven en Dios y se practican ayunos de fe donde el objetivo es intimar con el Poder del Creador. Al respecto, el reverendo David Echalar, Supervisor Nacional del MMM en Italia, cuenta que la idea de la Obra es hacer posible que desde pequeños los futuros miembros de la Obra entreguen sus vidas a Dios.

Opción pedagógica reconocida y comprobada en sesenta puntos distribuidos en América, Asia, África, Europa y Oceanía, las Escuelas Dominicales del Movimiento Misionero Mundial se ubican en la vanguardia del aleccionamiento evangélico sobre asuntos primordiales de la Biblia.

Todos los domingos, en horario matutino, irrumpen sobre la tierra como un magma enérgico y potente desde el interior de la Obra para derramar encima de la faz del planeta las coordenadas esenciales de la doctrina cristiana. Una oportunidad que millones de niños como María, Raquel y Sara no desaprovechan y emplean para vivir fuera de las fronteras de los dominios del maligno. 

"A los niños hay que instruirlos en el camino del Señor y llenarlos del conocimiento de Su Palabra". Lo dice con la mayor convicción el reverendo Rodolfo González Cruz, Tesorero Internacional del Movimiento Misionero Mundial, en relación a la labor evangelizadora desplegada por las Escuelas Dominicales en el Perú, uno de los países con mayor índice de cristianos de Sudamérica, y su incidencia en la estructuración de la mayor red educativa de la Obra a nivel internacional: la Asociación Educativa Internacional Elim.

Todo comenzó en mayo de 1983 en Lima, capital de Perú, cuando el reverendo González Cruz surgió en la escena religiosa peruana y promovió a la Obra como el camino ideal y único para conocer a Dios. En ese contexto, preponderó la labor cristianizadora de la niñez del Perú a través de las Escuelas Dominicales y se entregó a la tarea de establecerlas en todo el territorio peruano con un éxito inusitado.

En la actualidad, con cerca de treinta años al servicio del Todopoderoso, las Escuelas Dominicales establecidas en La Perla del Pacífico son fuente de satisfacción para el MMM. ADN de los Colegios Internacional Elim, y con presencia en los veinticuatro departamentos de Perú, son un eje activo del pueblo evangélico peruano. La mezcla de una acertada estrategia pedagógica con diversas actividades dedicadas al Señor, y bajo el auspicio de la Obra, las mantiene en un lugar preferencial dentro de la enseñanza bíblica.

La importancia de la música


La importancia de la música
La música es una expresión indudable de fe y, por si fuera poco, es la única de las bellas artes que la Biblia menciona en sus escritos. Sin embargo, hay que tener cuidado, pues existe otro tipo de manifestación que colinda con lo oscuro.
El primer elemento sobre el significado y valor de la música en el cristianismo está en las propias páginas de la Biblia. El hecho de que exista un libro denominado Salmos da una idea más exacta de la importancia musical en la alabanza a Dios. Son innumerables los pasajes de la Biblia en la que se menciona a la música como manifestación de fe y adoración al Señor.

La música existió desde épocas inmemoriales, el Antiguo Testamento lo menciona en varias partes y existen indicios que prueban que los hombres y mujeres de la antigüedad

elaboraban melodías. La música fue hecha con un propósito sagrado, para elevar los pensa­mientos hacia lo puro, noble y elevador, para despertar en el alma la devoción y la gratitud hacia Dios.

El famoso compositor Juan Sebatian Bach decía que “la razón principal y final de toda música debería ser la gloria de Dios y refrigerio para el espíritu”. “Me alegraré y regocijaré en ti, cantaré a tu nombre, oh Altísimo”. Salmo 9:2.

Durante sus prédicas, el Rvdo. Luis M. Or­tiz dio mucha importancia a la música en los cultos y a la alabanza a Dios. Sin embargo, no dejó de lado la influencia maligna de otro tipo de expresiones musicales y los denunció en reiteradas oportunidades (ver nota en esta edición).

¿POR QUÉ LA MÚSICA EMOCIONA?

La música estimula directamente el tálamo.Éste controla las secreciones de la glándula tiroidea, la corteza adrenal y las glándulas sexuales. De ese modo influencia la velocidad del metabolis­mo como la producción de hormonas sexuales. El hipotálamo tiene un marcado efecto en la emisión de respuestas autónomas producto del temor, la ira y otras emociones.

La música se registra en la parte del cerebro que normalmente es estimulada por las emo­ciones, pasando por alto los centros cerebrales que tienen que ver con la inteligencia y la razón. Ira Altschuler, una de los investigadores, expli­ca que “la música no depende del cerebro cen­tral (centro de la razón) para obtener su ingreso al organismo, puede hacerlo por vía del tálamo -la estación alterna de todas las emociones-sen­saciones y sentimientos”. Esto significa que “la música ataca directamente el sistema nervio­so”, pasando por alto al cerebro. El sentido de la audición, más que los otros sentidos, hace el mayor impacto en el sistema nervioso.

Los nervios del oído están más ampliamen­te distribuidos y tienen más extensas conexio­nes que aquellas de cualquier otro nervio del cuerpo. Debido a esta extensa red de trabajo, escasamente existe una función del cuerpo que no sea afectada por las pulsaciones y combina­ciones armónicas de los tonos musicales.

DROGAS Y ROCK

Para muchos, el gran instigador de la leyenda negra del “rock” y las drogas es nada más y nada menos que Bob Dylan. El cantautor de Du­luth introdujo en 1964 a los todavía timoratos Beatles en los secretos de la marihuana. A Dylan le había iniciado el guitarrista Mike Bloomfield hallado muerto en su coche a causa de una sobredosis de heroína pocos años más tarde. Hasta entonces, los Beatles apenas habían ex­perimentado con las anfetaminas para soportar su alocado ritmo de vida. Con la “revelación” de Dylan, John Lennon y Paul McCartney ini­ciaron una fuerte relación con todas las drogas químicas conocidas. De su contacto con el LSD nacieron composiciones como “Helter skelter” o “Lucy in the sky with diamonds”, para muchos un elogio críptico a ese alucinógeno.

La influencia y repercusión del fenómeno Beatle hizo mella en otros artistas de la déca­da de los sesenta. Se trataba de romper con las barreras sociales y la juventud, imitando a sus ídolos. En 1967, Mick Jagger y Keith Richards fueron detenidos por primera vez por posesión de cocaína. Ese mismo año, Brian Epstein, “ma­nager” de los Beatles, murió por la ingestión de una sobredosis de barbitúricos.

Hay innumerables muestras de la influencia maligna que ejerceel rock and roll, el pop y el heavy metal, en los hombres y mujeres de todas las edades.

Las drogas están directamente relacionadas con la música rock; se sabe que el 90 % de los cantantes y miembros de los conjuntos de música rock son drogadictos, bisexuales o promiscuos sexuales. Las drogas, y la cocaí­na en particular, degeneran el comportamien­to síquico; conlleva a tendencias homicidas y suicidas. Es normal la alta cantidad de suicidios entre los cantantes de música rock.

Se conoce el caso de Michael Hutchence, lí­der de la banda australiana INXS, uno de sus más grandes éxitos era su canción favorita “Suicide Blonde”. Se ahorcó con un cinturón de cuero en el 5° piso del Hotel Ritz Carlton en Sydney, Australia.

Freddy Mercury murió de SIDA. Ian Curtis líder de la banda inglesa Joy Division, al igual que Hutchence, se ahorcó colgándose en la ducha.

Kurt Cobain, fundador de Grunge y líder de Nirvana, se mató de un tiro en la cabeza el 8 de abril de 1994. Es conocida la letra de su último disco, “Me odio y me quiero morir”.

La cantante y compositora Amy Winehouse, conocida por sus mezclas de diversos géne­ros musicales, incluidos entre ellos el soul, jazz, rock and roll y ska, fue encontrado sin vida en su apartamento en Camden, Londres por la policía londinense en el 2011.

Demasiados muertos y el rock aún no ha cumplido un siglo de existencia. Los mismos miembros de los grupos de rock enloquecen y se suicidan con su música y con la droga. El suicidio o la sobredosis persiguen a todos. El ritmo continuo del rock, sus estímulos sonoros, estimulan el consumo de marihua­na, pasta básica o cocaína y con ello viene la depresión l

La gran hecatombe sucedió a finales de “la década prodigiosa”. El 3 de julio de 1969, murió en Londres Brian Jones, guitarra de los “Rolling Stones”. Fue encontrado muerto en la piscina de su casa. La versión oficial habla de un acci­dente. La oficiosa y la más real, de los efectos de una sobredosis que le hizo perder el conoci­miento mientras nadaba.

El 18 de setiembre de 1970, Jimi Hendrix, para muchos el mejor guitarrista de “rock” de todos los tiempos, falleció camino del hospital ahogado en su propio vómito a consecuencia de la mezcla de barbitúricos ingeridos. Menos de un mes después, la cantante Janis Joplin, musa de la revolución “hippy”, fue encontra­da muerta el 8 de octubre en su habitación de un hotel de Hollywood. Sobredosis de heroína. Un año más tarde era Jim Morrison, líder de los “Doors”, quién fallecía en Paris después de que se cuerpo cediese ante los excesos en el consu­mo de estupefacientes y alcohol.

Después de este rosario de fallecimientos, canciones como “Sexo, drogas y rock and roll”, de Ian Dury, parecían superfluas. Durante los setenta, las estrellas del “rock” parecieron to­márselo más calma. Sin embargo, el 16 de agos­to de 1977, un verdadero escalofrío recorrió el cuerpo de todos los amantes del rock. Elvis Presley falleció en su mansión de Graceland, en Memphis, a consecuencia de una intoxicación de barbitúricos. Las drogas se habían llevado hasta al mismísimo “Rey”.

¿Se puede ser estrella del “rock” sin caer en la trampa de las drogas? Las opiniones son para todos los gustos. Keith Richards, miem­bro fundador, guitarrista y líder junto a Mick Jagger, de los “Rolling Stones”, es rotundo: “En el mundo musical, las drogas se usan por varias razones, independientemente de si eres una figura o un principiante. Nadie que no esté en este mundillo sabe lo que es una gira mundial. Es un infierno del que sólo te puedes evadir de esta forma. Yo reconozco públicamente que he tomado drogas, que he sido adicto a la heroína. Llegué a ir con una pistola por lo peor de Nue­va York buscando un gramo de brown sugar. Por suerte para mí, lo superé. Pero la droga no es ninguna broma”.

El flirteo con las drogas no es patrimonio de grupos “punk” o de “revolucionarios”. En el mundo del “rock” es moneda de uso corriente. Todo vale en el “show business” donde el di­nero manda y no se puede fallar. Las giras son agotadoras y debes estar fresco y radiante en cada concierto, pero difícilmente se puede ser un Supermán.

Las drogas, sean alcohol, barbitúricos, anfetaminas, alucinógenos, heroína, cocaí­na, marihuana o la combinación de varias de ellas, no distinguen entre músicos “buenos” como Prince y, ahora, Joe Cocker, y “malos”, como lo fue Sid Vicious, miembro de los “Sex Pistols”. El mismo Paul McCartney, arqueti­po de “rockero” bueno, nombrado “Sir” por la Reina Isable II y ejemplar padre de familia, fue arrestado en 1977 en Tokio por posesión de cocaína.

MÚSICA Y SATANISMO

La música llega a ser uno de los instrumentos que con más éxito usa Satanás para seducir la mente y apartarla del deber y de la contempla­ción de las cosas eternas. No hace demasiado tiempo ciertos investigadores descubrieron mensajes satánicos subliminalmente introduci­dos, tal vez inconscientemente, en algunos te­mas de grupos como Led Zeppelin o la popular Elo.

La teoría del mensaje satánico-subliminal, quedaría registrado en nuestro inconsciente cuando escuchamos la canción y, posteriormen­te, será el cerebro que lo decodifique, influen­ciando a través de esta nueva información. Como resultado de todo ello, se crean en el receptor estados de ansiedad y agresividad, o pesadillas. El consumo continuado de este tipo de música podría acarrear consecuencias imprevisibles, de­pendiendo naturalmente de la personalidad o la receptividad del oyente

lunes, 30 de julio de 2012


Wesley creyó, amó y obedeció


De estructura física delgada pero con músculos de hierro, Wesley cubrió en su tarea evangelizadora alrededor de cuatrocientos mil kilómetros, una distancia semejante a 10 vueltas alrededor del globo terráqueo.
Wesley creyó, amó y obedeció
Trescientos ocho años después de su nacimiento, John Wesley está vigente. Consagró su vida a Dios desde su niñez. Predicó sin desmayo la Palabra del Señor. Ejemplar pastor y teólogo inglés, sentó las bases de una forma de difundir el Evangelio.

La biografía de John Wesley, el varón de Jesucristo que originó un gran movimiento de renovación espiritual a mediados del siglo XVIII, no empezó el 17 de junio de 1703 –la fecha de su nacimiento-, comenzó mucho tiempo antes. Dios, por generaciones, preparó a dos familias de profundas convicciones evangélicas para ser los antepasados del hombre que cambió la historia religiosa del Reino Unido y marcó un antes y un después en el cristianismo mundial. Wesley fue el decimoquinto hijo de Samuel y Susana Wesley, ambos descendientes de dos estirpes consagradas a la fe en Cristo, y a lo largo de sus 87 años de vida se transformó en el predicar más prolífico y fecundo del Señor.

En sus primeros años de vida, Wesley, nacido en Epworth, Inglaterra, fue testigo de los diversos problemas sociales, políticos y religiosos que asolaron por aquel tiempo a Gran Bretaña. Así la gente que vivía cerca de su casa fue hostil con su familia debido a sus creencias y varias veces atacó su ganado, cosechas y hasta la misma casa de John. Cuando él tenía 6 años, aconteció un suceso donde la presencia del Altísimo se hizo evidente. Una noche el hogar de los Wesley fue incendiado. La familia escapó, pero John se había quedado durmiendo. Empero, fue salvado a último minuto gracias a la valentía de algunos vecinos. Esta experiencia quedó profundamente grabada en su memoria. Aquella noche sintió que Dios le salvó la vida con algún propósito especial.

A la edad de 10 años, luego de nutrirse con la fe sus progenitores, ingresó al Colegio de Charterhouse en Londres. Allí estudió lenguas clásicas, matemáticas y ciencias y se formó como un hombre de bien. Inmediatamente después pasó a la universidad de Oxford y mientras vivía una existencia disciplinada y austera, comenzó a reunirse con su hermano Charles y un grupo de otros profesores y estudiantes para orar y cultivar la lectura de la Biblia y hacer obras sociales siguiendo el ejemplo de Jesús. Ellos visitaban la cárcel, ayudaban a familias pobres y comenzaron una pequeña escuela. George Whitefield, otro gran evangelista de la época moderna, también fue miembro de este grupo al que se le llamó el “Club Santo”.

ENCUENTRO CON LUTERO

En octubre de 1735, John Wesley y su hermano Charles viajaron a América. John fue a servir como misionero en la ciudad de Savannah, parte de la colonia inglesa de Georgia, en tanto que Charles fue a desempeñar el cargo de secretario del fundador y gobernador de este territorio, el general James Edward Oglethorpe. En su primera misión religiosa, John hizo planes para celebrar servicios, visitó cada hogar y estableció una escuela para los hijos de los colonos. Además trató de enseñar a los indígenas, pero descubrió que los indios americanos tenían poco interés en escuchar la Palabra de Jesucristo de los hombres blancos, lo cual limitó su labor. Luego, tras dos años de muchas pruebas y frustraciones, regresó a Inglaterra.

Ya en Gran Bretaña, la noche del 24 de mayo de 1738, al escuchar la lectura de un comentario escrito por el reformador Martín Lutero, en un culto de oración, la vida de John Wesley cambió para siempre. Alguna vez afirmó: “sentí que mi corazón fue extrañamente conmovido, que confiaba en Cristo, y en Él únicamente para mi salvación, y me fue otorgada una certeza a mí de que Él había llevado y quitado mis pecados; sí, los míos, y que me había salvado a mí de la ley del pecado y la muerte”. Entonces empezó su ministerio. Recorrió toda Inglaterra y predicó sin descanso, las buenas nuevas del Altísimo. De esa manera, en vísperas de cumplir treinta y cinco años, inauguró el gran avivamiento evangélico del siglo XVIII.

De estructura física delgada pero con músculos de hierro, Wesley cubrió en su tarea evangelizadora alrededor de cuatrocientos mil kilómetros, una distancia semejante a 10 vueltas alrededor del globo terráqueo, la mayor parte a caballo. Bajo lluvias torrenciales, en los inclementes inviernos británicos con nieve y escarcha, siempre se mantuvo firme en la responsabilidad encomendada por el Creador. Sus biógrafos coinciden en que predicó además un estimado de cuarenta mil sermones y que podía recorrer cincuenta kilómetros a pie en un día o viajar a caballo hasta ciento treinta, sin descanso alguno. También apuntan que siempre despertó el interés del pueblo inglés y que llegó a reunir alguna vez a más de veinte mil personas.

John fue un hombre muy disciplinado. Planeó estrictamente las horas de cada día de su existencia y vivió un estilo de vida muy sencillo y austero. Asimismo, debido a su predilección por la literatura, redactó un estimado de 3,000 escritos sobre temas tan variados como teología, ciencia, lógica, medicina y música. Lo hizo, con la gracia de Dios, en tiempos complicados para el cristianismo y sin secretaria, máquina de escribir o computadora personal. Del mismo modo, escribió muchos libros devocionales que distribuyó entre sus seguidores y que debido a su gran éxito lo obligó a establecer su propia casa editora. Igualmente, el ministerio de Wesley no se limitó a Inglaterra. También se extendió por Irlanda.

LOS ÚLTIMOS AÑOS

Tocado por el Espíritu Santo, Wesley en todo momento mostró un interés particular en la niñez y en la juventud. Nunca se cansó de decirles a ellos, así como también a los adultos, que lo que debían hacer era “creer, amar y obedecer”. En ese contexto, el hijo de Samuel y Susana Wesley fundó el 24 de junio de 1748, en la ciudad de Kingswood, una escuela para la instrucción elemental de los niños y niñas desamparados del Reino Unido. En este espacio educativo popular, en sus orígenes, se enseñó diversas disciplinas seculares del saber humano, pero principalmente la Palabra de Dios. De igual forma, se encargó de proveer amparo a los necesitados y también construyó un dispensario médico a favor de los indigentes.

El 2 de marzo de 1791, a la edad de ochenta y ocho años, John Wesley culminó su paso por la tierra. Ese día Dios se llevó a su presencia a este hombre, santo y consagrado, quien en su lecho de muerte dijo: “lo mejor de todo es que Dios está con nosotros”. Su funeral, según su deseo, fue sencillo y uno de su biógrafos, William Henry Fitchett, describió que fue “llevado por seis hombres pobres, y dejó atrás nada más que una buena biblioteca, una toga muy gastada y una reputación muy amplia”. De este modo, acabó la vida del hombre más influyente de su tiempo, en el mundo de habla inglesa, que pregonaba que la tierra era su templo. Sin embargo, lo que él empezó se ha mantenido en pie por medio de los millones de seguidores del Rey de Reyes durante más de doscientos años.

miércoles, 25 de julio de 2012


Sinaí Santiago


Sinaí Santiago Díaz, la irrefutable prueba de la grandeza del Señor.Sinaí Santiago
Sinaí Santiago Díaz, la irrefutable prueba de la grandeza del Señor. La ciencia se rindió ante el crítico cuadro clínico que acompañó su existencia. Pero volvió de la muerte para testimoniar que nada es imposible para el Todopoderoso y multiplicar la Obra de Dios.

Cuando usted terminede leer esta semblanza habrá conocido la existencia de un defensor de la Palabra del Todopoderoso. Un luchador que, tras derrotar de forma milagrosa a los males físicos que mantuvieron en jaque su existencia y lo llevaron hasta la muerte, fue el símbolo del poder de Dios y la fe cristiana. Un hombre que en los últimos 28 años de su vida maravilló a la medicina, la ciencia y a millones de hermanos que conocieron, vieron y oyeron su espléndido testimonio de sanación y redención.

Fue hace 31 años, en 1980, cuando Sinaí Santiago Díaz, nacido el 26 de octubre de 1950, se convirtió en una prueba viviente de las grandes cosas que el Señor puede realizar en la vida de todo aquel que cree en su Palabra. Entregado a los caminos mundanos, con un cuerpo deslucido y famélico, atravesó la finísima línea que separa la existencia de la muerte y regresó airoso de las tinieblas por voluntad del Altísimo que lo bendijo con el milagro de la vida. El prodigio ocurrió en su natal Puerto Rico y determinó la transformación de un pecador en un varón del Señor.

Sinaí bordeaba los treinta años, once de ellos sufriendo un trastorno del esófago poco común llamado acalasia, que le impedía alimentarse con normalidad, y había sido condenado a muerte por el conocimiento terrenal. Tras ser declarado cadáver, y transferido a la morgue del hospital en el que se encontraba, el Eterno Dios cambió su destino y le encargó la misión de convertirse en señal humana de su grandeza.  El día de su histórica vuelta a la vida, luego de haber conocido desde muy niño acerca de Jesús pero nunca aceptarlo como su Señor, su clamor, y el de toda su familia, fue atendido desde los cielos y determinó la llegada de un nuevo hijo al Evangelio.

Pero, ¿cómo, cuándo y dónde empezó la milagrosa historia de Sinaí Santiago? Dedicando gran parte de sus días mundanos a la hojalatería y la pintura de autos, este hombre de profundas convicciones cristianas, tuvo su primer acercamiento con la Iglesia a la edad de 15 años. En Bayamón, un municipio costero de Puerto Rico, congregó por algún tiempo en el templo Defensores de la Fe. Fueron apenas unos meses que sembrarían el temor y amor por Dios.

Tiempo después, y luego de unir su vida con Norma Santiago López, el 15 de febrero de 1969, al hermano Sinaí se le diagnosticó cáncer al esófago y se le pronosticó una muerte segura a corto plazo. Sin embargo, cuando todo apuntaba a un rápido deceso, el Señor irrumpió en su presente y lo restableció ante la sorpresa de los médicos y especialistas del Centro Médico de Río Piedras, en San Juan (Puerto Rico), y la felicidad de Rosa María Díaz, su madre, quien había entregado su existencia al cristianismo unos meses antes. Fue el primer llamado de Cristo no atendido por Santiago y es que tras recuperar la salud reinició su vida secular.

Posteriormente, en 1975, volvió a sucumbir ante los males físicos. Acariciado una y otra vez por la gracia del Señor, pero dedicado de forma exclusiva a luchar diariamente para subsistir junto a su mujer y sus hijos, Leslie Marie y Adalberto, fue internado en el Hospital Regional de Bayamón de nuevo por problemas en su esófago. Sus constantes negativas a las exhortaciones del Todopoderoso, que le llegaron a través del Pastor Samuel Rodríguez, de sus familiares más cercanos y de otras personas, lo dejaron al borde de la muerte. Sin embargo, como en la anterior oportunidad, salió bien librado de los inconvenientes de salud por obra del Padre.

Después, en 1980, cuando creía que tenía controlada la enfermedad que lo aquejaba, Sinaí debió pasar por una prueba enorme y durísima impuesta por Dios. Un buen día, su primo Víctor Santiago, cansado de su egocentrismo y su desprecio por el Altísimo, le aseguró que oraría para que Jesucristo lo volviera a poner a prueba. El anuncio se cumplió y de forma muy dramática. Al pasar unos chequeos de rutina fue víctima de mala praxis por parte de un galeno inexperto, quien lo deportó con sus malas artes al abismo de la defunción.

Los médicos decretaron que había llegado su hora final, pero él, al verse conducido a la morgue, en un rapto extremo de conversión gritó con todas sus fuerzas: “Jehová es mi pastor; nada me faltará... Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Santiago afirmó en su paso por Perú, en la XIX Convención Nacional del Movimiento Misionero Mundial, en enero de 2008, que entonces retornó a la vida ante la conmoción generalizada. De inmediato, una gratitud casi natural lo llevó a entregarse a Dios, mientras su mujer hacia lo mismo debajo de un árbol a las afueras del nosocomio. En seguida, contó su verdad a la hermana Isabelita Falú y selló su unión al pueblo de Cristo.

En 1981, ya junto a Dios, levantó una Iglesia en el Barrio Galateo, del municipio de Toa Alta, uno de los más antiguos de Puerto Rico, y al poco tiempo se integró al Movimiento Misionero Mundial y llegó a convertirse en Pastor. Estudioso de la Biblia, inteligente y amable como ningún otro siervo del Señor, el Rev. Santiago atendió, de forma paralela, los campos de los barrios Limón y Palmarito del Municipio Corozal, en la región central portorriqueña, y durante una década engrandeció con su esfuerzo, dedicación y pasión la Obra del MMM y se proclamó como un defensor firme del cristianismo. Una labor que aún hoy, después de muchos años se valora y destaca como única.

Su trabajo al servicio del Creador prosiguió a partir de los noventa en la zona costera de Manatí, conocida por ser el centro de la piña de Puerto Rico, donde bajo su liderazgo la Obra ganó rápidamente espacio  y amplió su red de iglesias en beneficio de la salvación de un sinfín de almas que al conocer su testimonio no tardaron en convertirse. Después, en 1997, los Oficiales del Movimiento lo designaron Supervisor Nacional de su país en virtud a su prolija y fructífera labor. En tanto que en 2003 y 2004 fue nombrado Supervisor Misionero en República Dominicana y Haití y en 2005 fue nombrado Supervisor Nacional de República Dominicana.

Sinaí Santiago Díaz fue en resumen un hombre de Dios que luchó a favor de la consolidación de la Obra  y de la gloria del Todopoderoso por intermedio de un testimonio de vida milagroso y sólido que supo llegar a Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador, Haití, República Dominicana y a diferentes partes de los Estados Unidos y se extendió por toda la red de hospitales de Puerto Rico y al resto del mundo. Una prueba palpable del poderío del Señor, que se marchó al cielo el 16 de septiembre de 2008, pero que dejó detrás de sí una estela de compromiso digna de imitar e igualar.

El mejor regalo de Dios
Me quedaría corta en palabras para describir todo lo que representó para mí el hermano Sinaí Santiago. Como amigo, esposo y Pastor fue lo mejor que tuve en mi vida. Fue, sin duda, el mejor regalo que Dios me hizo a lo largo de mi existencia. En lo individual, se destacó como una persona de gran inteligencia y trabajador indesmayable. Asimismo, agregaría que él, desde su conversión al evangelio, se entregó en cuerpo y alma al Movimiento Misionero Mundial y puedo dar testimonio de lo mucho que amó la Obra de Dios.

Sus principales logros para la gloria del Señor estuvieron ligados a los pueblos de Puerto Rico, Haití y República Dominicana. En estos tres países, donde gracias a su empuje y dedicación se edificaron un sinnúmero de iglesias y templos, su profundo amor por el Creador y su defensa inquebrantable de las Sagradas Escrituras lo llevaron a ser fuente de inspiración para miles de inconversos que al conocer su testimonio no tardaron en aceptar a Dios como su Salvador.

lunes, 23 de julio de 2012


Un misionero de nacimiento


Un misionero de nacimiento

Se llamaba Javier Duarte. A los 34 años un accidente sólo acabó con su existencia física, pero no pudo derrumbar la obra que edificó. Incansable difusor del Evangelio, predicó la Palabra del Señor en Perú y Estados Unidos.
Predicaba la Palabra de Dios de forma cotidiana. Se consideraba poco elocuente, con un carácter humilde y poco afecto a la notoriedad, lo que suplía con una entrega total a la Obra del Movimiento Misionero Mundial y un sometimiento riguroso al Evangelio del Señor. Y, para reforzar su amor incondicional a Jesucristo, en los treinta y cuatro años que duró su recorrido terrenal hizo lo que el Señor dictaminó que hiciera. Sólo ahora, a casi una década de su partida, Javier Duarte Argote se hace manifiesto y notorio a través de un justo tributo para quien en vida se ganó un lugar destacado en el anuncio de las buenas nuevas.

Nacido el 11 de octubre de 1967 en la provincia de las Tunas, en Cuba, Duarte Argote decidió desde muy pequeño en transformarse en un cristiano respetuoso de la sana doctrina. Tercero, de cuatro hijos, de la pareja conformada por Humberto Duarte y Avelina Argote, Javier en sus primeros años de vida se despuntó como un evangélico “humilde y sencillo”. Quienes lo conocieron por aquellos días afirman que era un muchacho callado, de pocas palabras, pero de una fe poderosa como un grito ensordecedor. Su padre, quien laboraba como chofer interprovincial en ese momento, junto a su mujer le inculcó la confianza en Cristo y pudo disfrutar de una niñez tranquila y apacible bajo los designios de Dios.

Rumbo a La Habana
Luego de una infancia y adolescencia timbradas por la paz, su fe evangélica, debido al régimen político y social gobernantes en su isla, lo colocó en medio de una disyuntiva cuando aspiraba a estudiar ingeniería eléctrica en los primeros años de los ochenta. El dilema, planteado por los funcionarios gubernamentales de su ciudad natal, lo obligó a elegir entre sus convicciones cristianas y los estudios universitarios. Entonces fue que optó por Dios y se vio obligado a emigrar a La Habana para seguir una carrera técnica en suelos y agroquímica. “Prefiero estudiar otra cosa antes que renunciar a mi fe”, repitió una y otra vez antes de marcharse a la capital de Cuba donde continuaría al lado del poder salvador de Dios.

En La Habana, mientras el planeta observaba el final de la “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el compromiso de Duarte con Dios se hizo más ferviente. Entretanto se dedicaba a terminar sus estudios técnicos, en 1985, conoció a Priscila Vizcay, una mujer de fe, en un templo de la capital cubana y gracias a ello completaría su alianza con el Señor. Porque de aquel encuentro, predeterminado por el Salvador, se gestaría un feliz matrimonio que compartió el amor por Jesucristo y que se materializó en 31 de octubre de 1987. Una unión que, del mismo modo, certificó el poder de la oración y el valor del sometimiento de dos cristianos que dejaron en las manos de Jesús sus vidas y fueron premiados con creces por el Señor.

Aunque fue un ciudadano cubano ejemplar, que sólo se dedicó a la causa de Cristo y a trabajar como cualquier otra persona más, la vida de este cristiano no estuvo al margen de las rigurosas restricciones ideológicas impuestas en su país. Según su esposa Priscila Vizcay, testigo de los acontecimientos, Javier fue víctima de hostigamientos y persecución por ser creyente de la fe cristiana. Sus actividades y reuniones fueron observadas por el gobierno de la isla y se le prohibió predicar la Palabra de Dios por las calles y en los espacios públicos. Debido a ello, a la pareja Duarte-Vizcay no le quedó más alternativa que salir de territorio cubano el 12 de abril de 1989 con destino a Perú.

Mollendo, New Orleans, Miami...
Instalado junto a su familia en la parte occidente de América del Sur, donde fue recibido por el reverendo Rodolfo González Cruz, recién allí Javier concretó su idea de ser misionero de la Obra de Dios. Sin limitaciones ni impedimentos de ningún tipo, Duarte se unió al Movimiento Misionero Mundial del Perú y al poco tiempo partió a la ciudad de Arequipa, en la que se encontraban los padres de su esposa, a fin de emprender la tarea señalada para él por Jesucristo. Después, siempre guiado por el Señor, recaló en la ciudad costera de Mollendo, en la que el cristianismo estaba ausente y reinaba la vida mundana, e inició un ministerio fértil.

Sin embargo, al pie del Océano Pacífico, el hombre que siempre andaba con una sonrisa colgada del rostro, debió pasar una serie de duras pruebas de fe para reafirmar su sumisión a Dios. Fueron días donde su valor y su confianza en Cristo se impusieron al hambre, el desamparo, la pobreza, las hostilizaciones de la iglesia tradicional y las amenazas y amedrentamientos de las organizaciones terroristas que causaban zozobra y terror en el Perú de inicios de los noventa. Una victoria que, auspiciada por el Todopoderoso, transformó muchas vidas en la ciudad de Mollendo.

El 30 de septiembre de 1992, Duarte Argote parte a Estados Unidos para proseguir con su misión cristianizadora. Allí, en el gigante de América del Norte, en la ciudad de New Orleans, la más grande del Estado de Luisiana, estableció un templo y captó muchas almas para el rebaño de Jesús y pasó por encima de las barreras culturas e idiomáticas que se le pusieron al frente. Empero, al cabo de cinco años se trasladó a la ciudad de Miami, la más latina de Norteamérica, y volvió a empezar en el trabajo de cimentar y propagar las bases de la Iglesia.

Desafortunadamente, el 12 de marzo de 2002, junto a su esposa Priscila y sus hijos Damaris, Dorcas y Javier, y en el mejor momento de su quehacer evangélico, Duarte sufre un mortal accidente de tránsito y un día después el Señor decide llevárselo a su presencia. De este modo, culminó el paso terrenal de un hombre que no dudó jamás en someterse a los mandatos de Dios y que en su existencia dejó una huella imborrable de amor por la misión evangelizadora. Un trabajo que hoy, casi una década después de su muerte, se mantiene vivo e incólume a través del testimonio de su familia que tan igual que él, a diario, predica la Palabra de Jesucristo como la tarea máxima de una familia cristiana comprometida con la Obra del Movimiento Misionero Mundial de Dios.

viernes, 20 de julio de 2012


El mendigo que Dios liberó


Perteneció a la Marina de Guerra del Perú, pero estuvo atrapado en las drogas y el alcohol. Fue expulsado. Acabó como vagabundo en las calles. Dios se apiadó de él y transformó su gris camino. Ramón Reyes Castillo dejó la oscuridad y fue la luz que iluminó miles de vidas como obrero del Señor.
El mendigo que Dios liberó
¿Es posible que un humano pe­cador, bajo el influjo del maligno y apartado de Cristo se convierta en instrumento de la voluntad de Dios? ¿Exis­te algún proceso redentor por el cual se puede pasar de lo perverso a lo divino? ¿Se puede ser perdonado y restaurado? La res­puesta a todas estas interrogantes es una sola: sí. Y está encarnada en la vida y ac­tos del pastor Ramón Reyes Castillo. Sur­gido del barro de lo profano, se alzó para ser uno de los mejores anunciadores de los Santos Evangelios de la Obra del Señor.

Reyes Castillo, hombre larguirucho como un junco, nació en la ciudad de Lima el 31 de agosto de 1946, fruto del amor de Andrés Reyes y Victoria Castillo, provin­cianos radicados en la capital del territorio peruano, quienes tuvieron 18 hijos. Ramón fue un niño que sufrió una infancia domi­nada por la estrechez económica y la falta de un credo en el cual creer. Sin embargo, sus progenitores se desvivieron para brin­darle educación secular con la que pudo abrazar una carrera militar en la Marina de Guerra del Perú a la edad de dieciocho años. Aquel rumbo, paradójicamente, años más tarde lo terminaría de depositar en las aguas benditas del cristianismo luego de una serie de acontecimientos oscuros.

Influenciado por las malas juntas, el dia­blo, la soledad y diversos temores, la exis­tencia castrense de Ramón Reyes se pertur­bó y se trastocó por el consumo y abuso de estupefacientes y tocó fondo. Así, mientras navegaba por gran parte del Océano Pací­fico y alcanzaba la categoría de mecánico de motores marinos, sus días se volvieron turbulentos por las drogas y su periplo por la armada peruana se fue poco a poco por la borda y decantó primero en un tiempo de reclusión, en el presidio de la Isla del Fron­tón, y culminó en 1977 con su expulsión de­finitiva después de trece años de servicios. Empero, una corta carrera en la que cosechó el cariño de sus compañeros de armas.

RUMBO AL SÓTANO

La abrupta salida de Ramón de la Marina de Guerra del Perú, el punto final de una se­rie de errores y de una etapa de ignorancia espiritual, terminaría siendo esencial para su redención. Claro que el proceso de res­cate de este varón no fue, lamentablemen­te, un pasaje agradable. En el aturdimiento de aquellos días, se entregó a las sustancias prohibidas y su existencia social se hizo in­sostenible. Entonces, le sucedieron tantas cosas en tan poco tiempo que, sin la mise­ricordia del Altísimo, su destino no fue otro  que la calle y la indigencia. En poco tiempo pasó de ser un marino alegre y fiestero a un loco haraposo que andaba, sin brújula, por las calles limeñas con un bulto a cuestas y cantando siempre a voz en cuello.

No es difícil imaginar que en el peor momento de su estadía terrenal, cuando Ramón estaba a merced del rey de las ti­nieblas, el Señor lo recuperó de la inmun­dicia del asfalto con la intervención de sus hermanos Leonor, Carmen y Pablo, que ya para ese momento habían aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Así que después de andar dando vueltas sin sentido por Lima, durante doce años, Reyes conoció los Evangelios y se maravilló con el poder de Jesús y sobre la marcha les pidió a sus familiares una oportunidad para cambiar. De inmediato, conoció el templo central del Movimiento Misionero Mundial en el Perú, donde congregaban sus hermanos, y recibió al Todopoderoso y empezó a dar los primeros pasos de su nueva vida en Cristo.

LA SALVACIÓN

Desde el primer día de su llegada a la Obra del Creador, Reyes Castillo comenzó un feliz aprendizaje. Primero se empeñó en aprender las clases de doctrina, impartidas por los res­ponsables de la Iglesia de Lima, escudriñar de punta a punta la Biblia y en la recuperación de su salud mental y física. Luego, con la fe a tope, se unió en matrimonio con la hermana Juana Valencia Mendoza el diez de diciem­bre de 1993 y procreó a Simón y Sara. Pronto quedó claro que no sería un miembro más del Movimiento Misionero Mundial. Por ello, y debido principalmente a su entrega irrestricta a Dios, se hizo cargo del cuidado de la sede principal del MMM en el Perú y transitó por los diversos peldaños de la organización has­ta el alcanzar el título de ministro.

Según cuentan quienes tuvieron el pri­vilegio de conocerlo en vida, el día que el pastor Ramón Reyes partió a la ciudad de Pisco, situada a 290 kilómetros al sudeste de Lima, se marcó un hito que trazó su historia terrenal. Ese 4 de abril de 1997, el hombre de la sonrisa ancha y blanca, y de los lentes redondos, estaba predestinado a trabajar en las tareas misioneras y evange­lizadoras del MMM y, con una gran cuota de convicción y de optimismo, se fabricó su propio espacio. Porque de esa fe y se­guridad en Dios, engarzados a su carisma y voz sonora, surgió un ministerio fértil y productivo.

Radicado en la ciudad de Pisco por más de diez años consecutivos, difundió El Evan­gelio y estableció templos de la Obra en las localidades de San Clemente, San Andrés, Villa, Casalla, San Miguel, la Pascana y Ber­nales. Siempre pegado a la sana doctrina, materializó un legado para experimentar en cualquier momento con plenitud, alegría y esperanza. Mas la voluntad del Creador dispuso, en junio de 2007, que Ramón debía ir al encuentro de su Maestro. Empero, an­tes de partir el Todopoderoso le mostró que Perú sería asolado por un terremoto, aconte­cido el 15 de agosto de ese mismo año, que dejó en escombros a la región Ica.

Los últimos meses en la tierra de Ramón Re­yes Castillo -antes de que un cáncer pulmonar terminara con su existencia- fueron estreme­cedores, pero dignos: “agradecimiento hay en mi corazón. Canto de alegría elevo con mi voz. Muchas son las cosas que mi Dios me ha dado y en agradecimiento le sirvo a mi Señor… Ni por un momento Tú me has dejado solo y así tu santa mano ha sido mi sostén. Permite que mi vida yo ponga por servirte, que dentro de mi alma presente siempre estén los múltiples fa­vores y tus misericordias que ya sin merecerlo tuviste para mí”, interpretaba, con el corazón turbado, mientras esperaba su reunión con Je­sucristo, poco antes de morir el 8 de febrero de 2008, en el Hospital Nacional Guillermo Alme­nara, en su último día de vida.

jueves, 19 de julio de 2012


Corazón de misionero

1Corazón de misionero
William Carey pasó 41 años en la India difundiendo la Palabra del Señor. Fundó una gran cantidad de escuelas cristianas, predicó en más de 30 lenguas nativas y tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo.
La vida de William Carey, desde muy temprano, estuvo impregnada de una resolución indómita y férrea como un hierro. Fue esa característica de persistir, sin tregua ni descanso, el secreto de su existencia. Desde su nacimiento, el 17 de agosto de 1761 en Inglaterra, sirvió a Dios durante más de cuarenta años, con un ministerio fructífero en las tierras de la India donde esparció la Palabra del Señor, fundó escuelas cristianas y tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Una obra misionera que permanece intacta hasta la actualidad y se constituye en un ejemplo a seguir para la comunidad evangélica mundial.

William, el más joven de los cinco hijos de los esposos Edmundo e Isabel Carey, se crió en la aldea de Paulerspury en Northamptonshire. Desde corta edad se mostró muy interesado en las ciencias naturales, en especial la botánica, y se destacó por su capacidad para aprender idiomas. Así a los doce años adquirió un ejemplar del vocabulario latino y se lo aprendió de memoria. Luego, dos años más tarde, se inició en el oficio de zapatero. Sin embargo, nunca dejó de estudiar lenguas y se interesó por el griego. Fue en ese tiempo, en medio de sus tareas laborales, que llegó a reconocer que era un pecador y comenzó a examinar cuidadosamente las Escrituras y se adentró en el conocimiento de los Evangelios.

Después, en su juventud, William se involucró con una asociación local de cristianos donde entabló amistad con Juan Ryland, Juan Sutcliff y Andrew Fuller y se encaminó aun más en las vías de la fe evangélica. De este modo, el 5 de octubre de 1783, Carey fue bautizado por Ryland y se comprometió a seguir a Jesucristo hasta el final de sus días. Luego, en 1785, fue nombrado maestro de escuela del pueblo de Moulton y fue invitado a servir como pastor de la iglesia local. Durante este tiempo, leyó los diarios del explorador James Cook y se interesó profundamente por la propagación del cristianismo. Entonces un día, en un momento de quietud en su trabajo, escuchó el llamado del Todopoderoso y él respondió: "Heme aquí, envíame a mí".

Durante los años siguientes se esforzó ininterrumpidamente, orando, escribiendo y hablando sobre el asunto de llevar a Cristo a todas las naciones. Entonces en mayo de 1792, ya como ministro ordenado del Señor, predicó un memorable sermón, inspirado en Isaías 54:2, en el que utilizó repetidamente el epigrama, que se ha convertido en su cita más famosa: "espera grandes cosas de Dios, intenta grandes cosas para Dios". En el acto también logró que se formara la primera sociedad misionera en la historia de las iglesias de Cristo, para la predicación del Evangelio entre los pueblos nunca antes evangelizados. Asimismo, leyendo y buscando, entendió la necesidad de muchos de conocer a Jesús y descubrió que el Señor lo llamaba para trabajar en la India.

DIRECTO A LA INDIA

En 1793 la sociedad misionera, a la que pertenecía Carey, logró obtener dinero y compró un pasaje para la India en un navío dinamarqués. William le rogó a su esposa Dorothy que lo acompañase en su misión cristianizadora, pero ella se negó rotundamente. Sin embargo, antes de que el navío partiese, uno de sus amigos misionero fue a su casa para charlar con su mujer. Grande fue la sorpresa y el regocijo de todos cuando ese misionero logró convencer a la esposa de William para que acompañase a su marido. Dios, además, conmovió el corazón del comandante del navío quien lo llevó, en compañía de su esposa y de sus hijos, sin cobrar algún pasaje adicional.

Durante el viaje a la India, que duró cinco meses, Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente. Pero percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India todavía es motivo de admiración para los mejores lingüistas. Empero, su ministerio no fue fácil: pasó mucho tiempo sin ver los frutos de su obra -ni un solo convertido hindú en siete años-, acumuló deudas, la salud mental de su esposa se deterioró hasta el punto que partió al encuentro con el Creador.

De igual modo, la mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto en la India lo creían loco. Durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces su familia y él carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentarlos, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil durante seis años. También durante más de treinta años fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó además el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó y desempeñó un gran papel en la evangelización del país. Otra de las cosas que vivió y enfrentó fue la división por castas de la India.

En Asia, igualmente, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solo fundó la sociedad de agricultura y horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos y escribió y publicó "Flora Indica", considerada una obra maestra por muchos años. Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas. Por ello, predicó por muchos lugares de la India. Fue a zonas aisladas y llenas de animales salvajes. Comentaba que a veces caminaba por kilómetros, y al llegar, debía hacer a un lado el cansancio para compartir la Palabra de Cristo. En medio de serpientes, a veces tigres y chacales.

EL TRÍO MISIONERO

En 1799, se unió a los cristianos Guillermo Ward y Josué Marshman, y formó un trío misionero conocido como "Serampore". Junto a ellos, fundó 25 iglesias y 126 escuelas, tradujo la Escritura a 44 idiomas, produjo gramáticas y diccionarios y organizó la primera misión médica a la India. También fue responsable de la creación de bancos de ahorro, un seminario, una escuela para niñas hindúes y un periódico vernacular en bengalí. Además, hizo campaña para la erradicación del suttee -incineración de la viuda ante la pira funeraria de su marido- y fue responsable de la instalación de la primera máquina impresora de la India. Trabajó además en la primera traducción al inglés de la epopeya épica en sánscrito Ramayana y Mahabharata. La traducción de la Biblia al sánscrito fue obra suya y logró el bautismo en 1800 del primer hindú convertido llamado Krishna Pal.

En los 41 años que Carey pasó en la India no visitó jamás Inglaterra. Logró hablar con fluidez más de treinta lenguas de la India, dirigió la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado traductor oficial del gobierno británico instalado en esta parte del mundo por aquellos años. Escribió también varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando su fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de junio de 1834 en la India, a la edad de 73 años, William Carey dejó la vida terrenal para ir al encuentro de Cristo. Al morir, el gobierno colonial ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un "héroe" que había hecho más por la India que todos los generales británicos. Ciento setenta y siete años después, mientras el sofá en el que murió se encuentra ahora en el Parque Regent College, el salón cristiano de la Universidad de Oxford, la obra de Carey continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo. Y es que este varón de Dios encendió a todo el mundo cristiano para llevar adelante la tarea de evangelizar a la tierra.

miércoles, 18 de julio de 2012


  • El gran avivador


    La vida de Jonatán Edwards es un ejemplo de consagración al Señor. Una serie de prédicas suyas marcaron el comienzo del "Gran Despertamiento" en 1741. Fue el gestor del movimiento de revitalización cristiana que se extendió por las colonias norteamericanas. Un elegido de Dios.
    El gran avivador
    Hace más de doscientos setenta años que el mundo habla del famoso sermón, pecadores en las manos de un Dios airado, y de los oyentes que se agarraban a los bancos pensando que iban a caer en el fuego eterno. Ese hecho fue solamente uno de los muchos que ocurrieron en aquellas reuniones, en que el Espíritu Santo desvendaba los ojos de los presentes, para que contemplaran las glorias de los cielos y la realidad del castigo que está cerca de aquellos que viven alejados de Dios.

    Jonatán Edwards fue la persona que más sobresalió en ese avivamiento, producido en julio de 1741, que con el tiempo se conoció como el "Gran Despertamiento". Su vida fue y es un destacado ejemplo de consagración al Señor. Siempre dejó que el Espíritu Santo lo utilizara como un instrumento de adoctrinamiento. Edwards amaba a Dios, no solamente de corazón y alma, sino también con todo su entendimiento. Bajo una apariencia exterior sosegada, ardía dentro de él fuego divino, como un volcán.

    Los creyentes de hoy le deben a este héroe del cristianismo, gracias a su perseverancia en la oración y el estudio bajo la dirección del Espíritu, el retorno a varias doctrinas y verdades de la iglesia primitiva. Fue grande el fruto de la fe evangélica del hogar en que nació el 5 de octubre de 1703 en Connecticut. Su padre fue pastor de una misma iglesia durante un período de sesenta y cuatro años. Su madre fue hija de un predicador que pastoreó una iglesia durante más de cincuenta años.

    HOMBRE DE ORACIÓN

    Muchas fueron las oraciones que sus padres elevaron a Dios, para que su único y amado hijo varón fuese lleno del Espíritu Santo, y llegase a ser grande delante del Señor. No solamente oraban así, con fervor y constancia, sino que se dedicaron a criarlo con mucho celo para el servicio del Todopoderoso. Las oraciones hechas alrededor del fuego del hogar lo inducían a esforzarse, y sus esfuerzos redoblados los estimularon a orar más fervorosamente. Aquella enseñanza religiosa y constante hizo que Jonatán conociese íntimamente al Creador, desde muy pequeño.

    Cuando Edwards tenía alrededor de ocho años, hubo un avivamiento en la iglesia de su padre, y Jonatán sea acostumbró a orar en soledad, cinco veces, todos los días, y a llamar a otros niños para que oraran con él. Luego, en 1716 antes de cumplir los trece años, inició sus estudios en el Colegio de Yale, donde cuatro años más adelante se graduó con las más altas calificaciones. Siempre estudiaba con mucho ahínco, pero también buscaba tiempo para escudriñar la Biblia diariamente. Después de graduarse, continuó su formación en Yale, durante dos años, y entonces fue elegido para ser ministro de Dios.

    Jonatán Edwards acostumbraba estudiar y orar trece horas diarias. En lo que se refiere a su consagración, cuando tenía veinte años Edwards escribió: "me dediqué solemnemente a Dios y lo hice por escrito, entregándome yo mismo y todo lo que me pertenecía al Señor, para no pertenecerme más en ningún sentido, para no consolarme como el que de una forma u otra se apoya en algún derecho... presentando así una batalla contra el mundo, la carne y Satanás, hasta el fin de mi vida".

    A los veinticuatro años se casó con Sara Pierrepont, hija de un pastor, y de ese enlace nacieron once hijos. Por cierto, al lado de Jonatán, en el "Gran Despertamiento", estuvo el nombre de Sara Edwards, su fiel esposa y colaboradora. Igual que su marido, ella es ejemplo de una rara intelectualidad, profundamente estudiosa, y entregada enteramente al servicio de Dios. Fue conocida por su dedicación al hogar y a criar a sus hijos, y por la economía que practicaba, siguiendo las palabras de Cristo: "Para que nada se pierda". Pero, sobre todo, tanto ella como su marido fueron conocidos por las experiencias que tenían en la oración.

    EL GRAN DESPERTAMIENTO

    Pero ¿cuáles fueron las doctrinas que la iglesia había olvidado y cuáles las que Edwards comenzó a enseñar y a observar de nuevo, con manifestaciones tan increíbles? Basta una lectura superficial para descubrir que la doctrina a la cual dio más énfasis, fue la del nuevo nacimiento, como una experiencia cierta y definida en contraste con la idea de la iglesia romana y de varias denominaciones, de que es suficiente aceptar una doctrina. Un gran número de creyentes despertó ante el peligro de pasarse la vida sin tener la seguridad de estar en el camino que lleva al cielo, cuando, en realidad, estaban a punto de caer en el infierno.

    El evento que marcó el comienzo del "Gran Despertamiento", fue una serie de mensajes predicados por Edwards sobre la doctrina de la justificación por la fe, que hizo que los oyentes sintieran la verdad de las Escrituras, de que toda boca permanecerá cerrada en el día del juicio final. Al respecto, por aquellos días no se cansó de repetir que: "no hay nada absolutamente que, por un momento, evite que el pecador caiga en el infierno, a no ser la buena voluntad de Dios".

    El famoso sermón de Edwards: "pecadores en las manos de un Dios airado", merece una mención especial. El pueblo, al entrar para asistir al culto, mostraba un espíritu de indiferencia y hasta falta de respeto ante los cinco predicadores que estaban presentes. Jonatán fue escogido para predicar. Era un hombre de aspecto imponente: dos metros de altura y un cuerpo muy enflaquecido de tanto ayunar y orar. Sin hacer ningún gesto, apoyado con un brazo sobre el pulpito, sosteniendo el manuscrito con la otra mano, hablaba en voz monótona. Su discurso se basó en el texto de Deuteronomio 32:35: "a su tiempo su pie resbalará".

    Después de explicar ese pasaje, añadió que nada evitaba por un momento que los pecadores cayesen al infierno, a no ser la propia voluntad de Dios; que Dios estaba más encolerizado con algunos de los oyentes que con muchos de los que ya estaban en el infierno; que el pecado era como un fuego encerrado dentro del pecador y listo, con el permiso de Dios para transformarse en hornos de fuego y azufre, y que solamente la voluntad de Dios, indignado, los guardaba de una muerte instantánea.

    EL SERMÓN DE EDWARDS

    Prosiguió, luego, explicando el texto al auditorio: "ahí está el infierno con la boca abierta. No existe nada a vuestro alrededor sobre lo que os podáis afirmar y asegurar. Entre vosotros y el infierno existe sólo la atmósfera. Hay en este momento nubes negras de la ira de Dios cerniéndose sobre vuestras cabezas, que presagian espantosas tempestades con grandes rayos y truenos. Si no fuese por la soberana voluntad de Dios, que es lo único que evita el ímpetu del viento hasta ahora, seríais destruidos y transformados en una paja de la era. El Dios que os sostiene en la mano sobre el abismo del infierno, más o menos es como el hombre que sostiene una araña sobre el fuego por un momento para dejarla caer después, está siendo provocado en extremo".

    El resultado del sermón fue como si el Creador hubiese arrancado un velo de los ojos de la multitud, para que contemplaran la realidad y el horror de la situación en que se encontraban. En ese punto, el sermón fue interrumpido por los gemidos de los hombres y los gritos de las mujeres, que se ponían de pie o caían al suelo. Fue como si un huracán soplase y destruyese un bosque. Durante la noche entera la ciudad de Enfield estuvo como una fortaleza sitiada. Se oía en casi todas las casas el clamor de las almas. Esperaban que en cualquier momento Cristo fuese a descender de los cielos, rodeado de los ángeles y de los apóstoles, y que las tumbas se abriesen para entregar a los muertos que en ellas había.

    Como era de esperarse, el maligno trató de anular la obra gloriosa del Espíritu Santo en el "Gran Despertamiento", atribuyéndolo todo al fanatismo. En su defensa Edwards escribió: "Dios, conforme a Las Escrituras, hace cosas extraordinarias. Hay motivos para creer, según las profecías de la Biblia, que la más maravillosa de sus obras tendrá lugar en las últimas épocas del mundo. Nada se puede oponer a las manifestaciones físicas como son las lágrimas, gemidos, gritos, convulsiones y desmayos. En efecto, es natural esperar, al asociar la relación que existe entre el cuerpo y el espíritu, que tales cosas sucedan. Así hablan las Escrituras, refiriéndose al carcelero que se postró ante Pablo y Silas, angustiado y temblando".

    Lo cierto es que en Nueva Inglaterra comenzó, en julio de 1741, uno de los mayores avivamientos de los tiempos modernos. También es cierto que ese movimiento se inició, no sólo con las célebres prédicas de Edwards, sino también con la firme convicción que él tenía de que hay una "obra directa que el Espíritu divino realiza en el alma humana". En un período de cerca tres años, la Iglesia de Cristo despertó de una época de gran decadencia, entre la escasa población de Nueva Inglaterra, siendo arrebatadas alrededor de cincuenta mil almas del infierno.

    En medio de sus luchas, y cuando menos se esperaba, Jonatán Edwards partió al encuentro del Señor. Apareció en Princeton una epidemia de viruela y un experto médico fue llamado de Filadelfia para vacunar a los estudiantes. El ministro de Dios y dos de sus hijas fueron inmunizados también. Debido a la fiebre resultante de la inyección, las fuerzas físicas de Edwards fueron disminuyendo gradualmente, hasta que el 28 de marzo de 1758 dejó de existir y se marchó al reino de los cielos

¿A quien pertenece Jerusalén?


Jerusalén es la ciudad más disputada del mundo ¿Pero bajo la ley internacional, a quién pertenece? una reciente conferencia en Jerusalén abordó esa crucial pregunta.
¿A quien pertenece Jerusalén?
La conferencia resaltó la investigación del Dr. Jacques Gautier, abogado y experto en leyes internacionales, quién presentó su trabajo al Alcalde de Jerusalén, Nir Barkat.

“La intención es presentar hechos”.

El trabajo de Gautier llamado “Soberanía sobre la ciudad vieja de Jerusalén” tiene 1.300 páginas con 3.200 notas al pie y tomó 25 años de investigación.

“Encontré que hubo un momento en la historia cuando se dieron decisiones bajo las leyes internacionales que son pertinentes y relevantes hoy día”.

Gautier apunta a la conferencia de 1920 en san remo. Tras la primera Guerra Mundial, el Consejo Supremo de las Fuerzas Aliadas, con autoridad legal, decidió “a favor del establecimiento en palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.

“Es el punto decisivo desde la perspectiva de las leyes internacionales.

Gautier dice que futuras resoluciones de la ONU no revocan la resolución de San Remo, adoptada por la Liga de Naciones.

“Ya fue decidido. Y quiero que el mundo deje de ignorar lo que sucedió en San Remo; lo sucedió con el Consejo de la Liga de Naciones”.

Sin embargo, la mayoría del mundo niega, ignora o es ignorante de los derechos dados al pueblo judío bajo las leyes internacionales.

“Ahora en los medios, en la ONU, se escucha constantemente que los judíos en parte son forajidos, intrusos, ladrones, que no deben estar ahí. Y de hecho hay un derecho de acuerdo a la ley internacional”.

Tras 25 años de investigación, Gautier está convencido que todo Jerusalén le ha sido dado a los judíos como parte de su patria.

martes, 10 de julio de 2012

REFLEXION PARA HOY...


¿QUIEN ARROJARÁ LA PRIMERA PIEDRA?



Reflexión ¿Quién Arrojará la Primera Piedra?

¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Romanos 6:1-2.

Por la radio me enteré de la conmoción que suscitaba la próxima lapidación de una mujer en Nigeria, porque había tenido un hijo sin estar casada. En todas partes del mundo se elevaban voces de protesta y se firmaban solicitudes pidiendo clemencia a las autoridades del país.

Hace aproximadamente dos mil años ocurrió una circunstancia análoga (Juan 8:2-11). Llevaron a Jesús una mujer sorprendida en adulterio. Según la ley de Moisés, debían apedrearla. La respuesta de Jesús interpeló la conciencia de los acusadores: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Es cierto que esta mujer había pecado, pero los que la acusaban no eran mejores que ella, y debieron alejarse uno tras otro.

Luego Jesús se dirigió a la mujer: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Sólo él habría tenido el derecho de condenar, pero no lo hizo, porque no vino “a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47). Sin embargo le dijo que su conducta era un pecado que debía abandonar.

El mensaje del Evangelio no ha cambiado; Dios ama a cada ser humano y quiere obrar en gracia. El pecado sigue siendo grave a sus ojos. Dios no pasa por alto el mal, recordémoslo, aun cuando la sociedad que nos rodea se burla de ello. Aceptemos el perdón divino y rechacemos toda conducta que Dios desaprueba. Fuente: Amen.